El amor apasionado de Eugenio por Dios era el cimiento de su vida. No era una árida relación intelectual, sino algo holístico que tocaba todos los aspectos de su vida, en particular su afectividad. Al describir la casa de Loreto, medita en la intimidad de esa casa, pensando cómo María preparaba los alimentos de la sagrada familia.
La Santa Casa está situada en medio de la Iglesia. Por dentro, está tal como fue trasladada por los ángeles; se ven los muros de ladrillo en tres lados; el fondo, detrás del altar, donde se ha formado una especie de pequeño santuario, está recubierto por completo de láminas antiguas – eran de plata y ahora ¡ay! creo que son de latón muy brillante. Ahí se encuentra el fogón en que la Madre de Dios preparaba la modesta comida de la Sagrada Familia. La Santa Casa está encajada como en un forro de mármol, es decir, la parte exterior que se ve desde la Iglesia está completamente incrustada de mármol y estatuas de profetas y sibilas, y de bajorrelieves representando varios episodios de la vida de la Santísima Virgen, como la presentación en el templo, etc.
Carta a Henri Tempier, Mayo 7, 1826, EO VII núm. 239
“El objetivo del arte es representar no la apariencia externa de las cosas, sino su significado interior.” Aristóteles