Regocijándose en la bondad y virtud de sus hijos Oblatos, Eugenio reconoce su falta de virtud, en comparación con ellos.
¿Qué virtud quieres que reconozca en mí? ¡No me hago ilusiones! La apreciación de lo verdadero y de lo bueno no es virtud; sería cuando mucho, una disposición o aptitud para la virtud; ¿pero cómo puedo vanagloriarme de ello, si ahí está precisamente lo que más me confunde, ya que ese árbol produce sólo flores y no frutos? Créanme, hijos míos, que tengo mucha necesidad de todos ustedes, para tratar de pasar inadvertido entre tanto bien.
No dejes de llevar a toda tu gente a las más sublimes virtudes de nuestro estado. Una abnegación total y una gran humildad, que unida al celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas y a una gran estima y completa sumisión a nuestras Reglas, hará que verdaderamente alcancemos nuestro fin.
Carta a Hippolyte Courtès, Mayo 31, 1826. EO VII núm. 247
“Cuando se pierde la riqueza, nada se pierde; cuando se pierde la salud, algo se pierde; cuando se pierde el carácter, todo está perdido.” Billy Graham