Habiendo concluido la visita a Roma y teniendo la aprobación formal para la Congregación Oblata, Eugenio se reinstaló en sus ocupaciones habituales en Marsella – como Vicario General de la diócesis y como Superior General de los Oblatos. Para nuestro infortunio, no existen muchas cartas de este período. Su confidente, Henri Tempier, también vivía en Marsella, por lo que no hay correspondencia entre ellos.
A finales del Capítulo General en julio de 1826, había 22 Oblatos con votos y con ellos continuaron las misiones bajo la dirección de Eugenio. Durante la estancia de Eugenio en Roma, los Oblatos se habían extenuado predicando el jubileo en Aix. Ya hemos visto alguna correspondencia en torno al tema (cf. http://www.eugenedemazenod.net/esp/?p=2172 por ejemplo). Eugenio recapacita ahora sobre la tontería de esta energía que podría haberse utilizado para beneficio de las aldeas pobres, en vez de la ciudad.
… Lamento mucho que se haya dado tanta importancia a predicar el jubileo de Aix. Si en lugar de ese alarde, se hubiesen evangelizado las pobres almas abandonadas, Dios habría sido glorificado y habríamos sido colmados de bendiciones y consuelos, en vez de las penas que hemos experimentado. Por ello, no estoy tentado a aceptar que se vuelva a empezar. Que digan lo que quieran, me río de ello, y les invito a reírse como yo. Además no estamos en condiciones de dar una misión en Saint-Rémy; los pueblos pequeños no nos faltarán.
Carta a Hippolyte Courtès, Julio 22, 1826, EO VII núm. 250
“Oh, cómo me gustaría una Iglesia pobre, y para los pobres.” Papa Francisco