En el aniversario de la muerte del Padre Marcou, la evocación de Eugenio le hizo recordar el origen del trayecto vocacional del P. Marcou como Oblato.
Ingresó al seminario después de varios años practicando la virtud en la congregación. Allí se distinguió por su piedad. Llevó a la comunidad el espíritu vivido en la congregación, un santo ardor de propagar el bien. Logró formar en su entorno un pequeño núcleo de fervorosos seminaristas.
Desde 1812 había introducido en la casa donde iba para mis retiros anuales, la pequeña asociación de celo que existe en el seminario mayor de París. Esta asociación se había perpetuado en la casa de Aix. Marcou era demasiado fervoroso y tomó parte en ella. Cumplió con tanta inteligencia como éxito la tarea impuesta a cada miembro de la asociación. Él solo logró más resultados felices que todos los demás juntos. Varios seminaristas me han dicho que debieron a su ingeniosa caridad el haber realizado bien su seminario.
El Señor recompensó su celo confirmándolo en el propósito que tenía al ingresar en el seminario, de asociarse a los misioneros que yo había reunido cuando él era sólo un congregante. Siempre me había ocultado su proyecto y no me enteré hasta el día en que vino a pedirme con insistencia lo admitiera en nuestra sociedad. Convencido de la excelencia de esa vocación, había conseguido que uno de sus condiscípulos [ed. Padre Jacques Jeancard – más tarde obispo auxiliar de Eugenio en Marsella], a quien apreciaba por sus buenas cualidades, siguiera el mismo camino. Con esa conquista se me presentó, contento de mi sorpresa y dicha.
Hizo su noviciado como se podía esperar de un alma como la suya
Diario del 20 de Agosto de 1838, E.O. XIX
“Creo que la única forma de evangelización aceptable es la evangelización del buen ejemplo.” Andrew Greeley