Aunque alegrándose por las conquistas que el grupo de Oblatos lograba en la misión del jubileo en Roquevaire, Eugenio mantenía los pies en la tierra y le preocupaba que los misioneros se estuvieran agotando y sacrificando el sueño a favor de la tarea. Había aprendido personalmente a través de sus excesos y se había vuelto sensible al querer que los Oblatos evitaran caer en las mismas trampas.
Me parece, mi querido P. Guibert, que fue recibido con los brazos abiertos por nuestros Padres de Roquevaire; la necesidad era extrema. Por eso, para evitar se agote, le envío un vicario de Notre Dame du Mont, quien le ayudará en las confesiones. Veo que necesita cuidarse más que en otras partes, pues el trabajo le agobia. Es absolutamente necesario que tome todas las precauciones posibles para dar al sueño el tiempo que nuestra naturaleza exige.
Estoy de acuerdo en que de verse obligados a comenzar el ejercicio de la mañana muy temprano, lo hagan, pues es necesario; pero entonces, que se reglamente que dos misioneros por turno descansen hasta las seis. El H. Hermitte puede acostarse un poco antes; cualquier otro puede tocar la campana a las diez, sin que tenga que velar para ello. Acostándose temprano, se levantará siempre para el servicio de la mañana, para poder hacer la oración matutina y las oraciones de la misa; otros dos misioneros se levantarán, uno para la instrucción y el otro para celebrar la santa misa; los otros dos descansarán. Con este método, no habrá fatiga en absoluto; confíen en mi experiencia; lo que más nos ha agotado siempre en misión es la falta de sueño; por eso, no dudo en darles el reglamento anterior, del cual no les será permitido apartarse, más que la víspera de las comuniones.
Carta a Hippolyte Guibert, Marzo 20, 1827, EO VII núm. 267
“El sueño es la cadena de oro que ata la salud a nuestros cuerpos.” Thomas Dekker