La aprobación en Roma para los Oblatos significaba ser libres de aceptar a cualquier candidato, a pesar de la oposición de los obispos. Sin embargo, Eugenio creía importante actuar en unidad con el Obispo local y respetar su deseo. En una carta dirigida a un sacerdote de la diócesis de Digne que deseaba unirse a los Oblatos, aclara su posición al respecto.
Nuestra Sociedad, aprobada por la Iglesia, goza de los mismos privilegios que la Compañía de Jesús; pero los utiliza con la misma reserva, por idénticos motivos. Con el deseo de conservar la benevolencia de nuestros Obispos para mayor bien de sus fieles, solo recibimos a los individuos que ellos nos concedan.
No me corresponde decidir si pueden oponerse a la vocación de quienes el Señor llama al estado religioso; los Soberanos Pontífices han decidido sobre eso; en cuanto a nosotros, nos sometemos con resignación a las negativas, hasta a las más inesperadas, pues dedicándonos sin descanso a la salvación y santificación de las almas en las diócesis, nos parece justo se nos proporcionen los medios para hacer el bien.
Carta a un sacerdote de la diócesis de Digne, Julio 22, 1827.,EO XIII núm. 61
En vez de ejercer su derecho y hacer un lío, Eugenio actuó con base al principio de unidad con el pastor en jefe de la diócesis. Nuestro objetivo era y sigue siendo, servir a la Iglesia ayudando a sus ministros, dentro de nuestras posibilidades, a llegar a quienes las estructuras de la iglesia local no pueden. Lo que cuenta a largo plazo, no son nuestros sentimientos y orgullo, sino el bienestar de quienes servimos.
“En lo básico, unidad; en las diferencias, libertad; y en todas las cosas, caridad.” Philipp Melanchthon