Marius Suzanne escribía un libro sobre apologética, titulado “La Profesión de Fe de un Sacerdote de Provenza.” Debido a su enfermedad, nunca fue publicado. Aunque no lo desanimaba, Eugenio, siendo predicador de corazón, estaba escéptico respecto a cuántos que hubieran abandonado la práctica de su fe volvería a ella, por las palabras de un joven autor desconocido.
La obra que has emprendido, aunque llegue a ser tan perfecta como esperas, será leída por pocas personas, y eso si encuentras un editor que se haga cargo de la impresión, y ¿a cuántos llevará a la verdad? A muy pocos, infinitamente pocos, a casi nadie. Todo se ha dicho ya, y a menos que uno sea de esos hombres raros suscitados por Dios, como un de Maistre y un Lamennais, no se convierte a nadie con libros.
Quienes han resistido las pruebas de religión desarrolladas con tanto talento por nuestros predecesores, cuyos argumentos, al final de cuentas simplemente se repiten, resistirán con más arrogancia todavía a los autores a quienes miran cuando mucho como sus iguales, si no es que en su mente están muy por debajo de ellos. No quiero decir con esto que haya que dejar de escribir, solo intento expresar que hay que dedicarse menos a ello. Tarde o temprano, siempre se llega a tiempo para realizar el bien con esa clase de escritos..
Carta a Marius Suzanne, Agosto 25, 1827, EO VII núm. 276
Gracias a Dios que desde la época de Eugenio no todos necesitaban este consejo y muchos fueron llevados más cerca de Dios o incluso llevados al regalo de la fe, a través de los escritos de muchos Oblatos.
Alarmado por el esfuerzo que el Padre Suzanne realizaba en el libro, el objetivo de Eugenio era calmarlo, no reprimirlo. Actualmente, al reflexionar en estas líneas, veo una invitación a reflexionar sobre mi propia lectura: ¿lo que leo me lleva a una calidad de vida más sana?
“Palabras – tan inocentes y sin poder que son, encontrándose en un diccionario, tan potentes para el bien y el mal se convierten en las manos de alguien que sepa cómo combinarlas.” Nathaniel Hawthorne