Al acercarse el fin del año 1827, Eugenio se encontraba agobiado por las responsabilidades y aburrimiento de su trabajo de escritorio como Vicario General de Marsella. Es notorio su sufrimiento, al leer la descripción del éxito de las misiones Oblatas que hace el P. Honorat y su nostalgia por volver al ministerio que amaba tan apasionadamente.
… … Todo lo que añades completa el cuadro de esas hermosas misiones y aumenta mi gratitud. ¡Si pudiera participar en ellas más activamente! Pero por mis pecados estoy retenido en otras mil ocupaciones, y ninguna es de mi agrado; no, no hay ni una sola ocupación del día que me satisfaga y que no ofrezca a Dios con cierta amargura en expiación de mis pecados: tan pesadas me resultan y tan difíciles de cumplir. ¡Cuánta pena! ¡Cuántas inquietudes incesantemente renovadas! A veces muero de tristeza y no tengo a nadie que me consuele.
Carta a Jean Baptiste Honorat, Diciembre 12, 1827, EO VII núm. 288
A pesar de la monotonía cotidiana, la ofrecía a Dios en el espíritu de oblación aprendido de la Cruz Oblata que llevaba siempre con él.
¿Qué tan presente permito estar a Dios en los momentos de aburrimiento que enfrento a diario?
“Acepto lo que Dios me ofrece, le permito abrazarme, o evito que se me acerque?” Papa Francisco