Los Oblatos en la época de Eugenio (y aun hoy en día) eran misioneros deseosos de utilizar todo su tiempo y energía en la evangelización. Ninguno de ellos quería estar en la administración, formar novicios ni escolásticos. El Padre Guibert era un buen ejemplo. Realizó una excelente labor como maestro de novicios, pero la vida sedentaria le enfermó. Para recuperarse, fue enviado a participar en las misiones parroquiales y su salud volvió. Este patrón sucedió más de una vez.
La Providencia nos había dado en el P. Guibert un maestro de novicios que me parecía totalmente apropiado para ocupar ese importantísimo puesto. Se entregó a la obra con todo el corazón al comienzo. Su salud, que nunca ha sido buena, se alteró, y hubo que hacerle cambiar de aires y descargarlo de la tarea. Esta es, sin embargo, la más importante en la Sociedad; sin noviciado, se acabó la sociedad.
Así que Eugenio designó al P. Honorat como maestro de novicios. Recientemente comentamos algunas de las cartas que Eugenio le escribió para tratar de calmar su celo misionero. Ahora se le pedía dejar el trabajo misionero que tanto amaba y en el que era tan exitoso, por un ministerio esencial dentro de los Oblatos.
… Así pues, es necesario que nuestro noviciado interior esté bien acondicionado, y para ello hace falta un maestro de novicios. Ese maestro de novicios eres tú, mi querido Honorat, que a la lealtad inviolable con la Sociedad unes el amor del orden y la regularidad. Todas mis reflexiones están hechas. Hubiera deseado encontrar a alguien más para dejarte en Nimes, donde estás haciéndolo bien, pero no tengo a nadie más en la Sociedad, y nadie verá mal que prefiera este servicio a otro cualquiera, sobre todo cuando se trata de formar a los miembros que deben impedir su extinción.
Empieza en cuanto recibas mi carta, a conversar con el P. Guibert sobre este asunto; pide te comunique el resultado del estudio que hizo para cumplir bien su cargo; hablen mucho del tema y a fondo. Lee algunos libros relacionados con esa nueva ocupación.
Eugenio invita a Honorat a reconocer el valor del auto-sacrificio que se le pide, por el bien del futuro de los Oblatos.
Espero mi querido Honorat, que hayas reflexionado suficiente sobre la excelencia de las virtudes religiosas, para encontrarte actualmente en todo a lo que nos llama la obediencia. El Señor bendice esta disposición con los éxitos más inesperados…
Dios proveerá para lo demás, pues sé que las misiones se verán afectadas, pero no importa, todo debe sacrificarse por el noviciado, porque de ahí depende todo el bien que la Sociedad podrá hacer después, y debo reconocer que si algunos hubiesen hecho un buen noviciado, serían mucho menos imperfectos de lo que son.
Carta a Jean Baptiste Honorat, Mayo 4, 1828, EO VII núm. 299
“En Cristo vemos una madurez de amor que florece en el auto-sacrificio y el perdón; una madurez de poder que nunca se desvía del ideal del servicio; una madurez de bondad que se sobrepone a cualquier tentación, y por supuesto, vemos la victoria definitiva de la vida sobre la muerte misma.” Vincent Nichols