Al ver las vidas de los cuatro Oblatos que habían llegado al fin de su viaje terrenal, Eugenio se pregunta cuál fue el secreto de su felicidad.
Imagino que nuestra comunidad allá arriba debe estar situada muy cerca de nuestra Patrona; los veo al lado de María Inmaculada, y por consiguiente, en la cercanía de Nuestro Señor Jesucristo, a quien siguieron en la tierra y ahora contemplan con deleite; recibiremos nuestra parte en esa plenitud, si nos hacemos dignos de ellos por nuestra fidelidad a la práctica constante de esta Regla, que les ayudó a llegar adonde están
Al impregnarse de la Regla de Vida Oblata y hacerla su forma de vivir el Evangelio, habían logrado la meta de convertirse en uno con Jesús el Salvador.
Su santa muerte es, en mi opinión, una valiosa aprobación de las Reglas, que con ello han recibido un nuevo sello de la aprobación divina. La puerta del cielo está al terminar el sendero que seguimos. Hay motivos para extasiarse al reflexionar sobre todo esto. Habla de ello con tu comunidad y en tus conversaciones con el P. Suzanne, que hoy debe estar en Aix; y que de ahí salgan resoluciones eficaces y duraderas.
Carta a Hippolyte Courtès, Julio 22, 1828, EO VII núm. 307
A través de la santidad de sus vidas y muertes, estos Oblatos mostraron la aprobación de Dios a nuestra Regla, como un camino asegurado a la plenitud de vida.
“No es fin del cuerpo físico lo que debe preocuparnos. En vez de ello, nuestra preocupación debe ser vivir mientras tengamos vida – liberar a nuestros seres internos de la muerte espiritual proveniente de vivir detrás de una fachada diseñada para conformarse a las definiciones externas de quiénes y qué somos.” Elisabeth Kubler-Ross