El diario del exilio de Eugenio, escrito en tercera persona, muestra la base de su espiritualidad por su relación de por vida con el Espíritu Santo:
En el intervalo entre su primera comunión y su confirmación, es decir, entre el Jueves Santo y la Trinidad [3 de junio] de 1792, Eugenio dio otra prueba de la delicadeza de sus sentimientos y de su firmeza de carácter. Es digno de notar debido a su edad. El niño tenía de nacimiento un lobanillo en el ángulo del ojo izquierdo. Sus padres, temiendo que si crecía, quedara desfigurado, decidieron hacérselo extirpar por el doctor Pinchinati, primer cirujano del rey. No fue difícil obtener el consentimiento del niño, demasiado razonable para resistir el deseo de su familia. Se fijó el día y su madre debía llegar de Niza la víspera, para asistir a la dolorosa operación. Eugenio quiso ahorrarle verle sufrir y pidió con insistencia al R.P. Rector, le permitiera adelantar la operación para que su madre la encontrara ya realizada al llegar. El R.P. Rector, encantado por la delicadeza del sentimiento, lo concedió con mucho gusto.
Todos los preparativos se hicieron en las habitaciones del P. Rector que deseaba asistir a la operación. Llegó el primer cirujano del rey, acompañado de sus alumnos y felicitó al niño por su valor, que mostraba una decisión que a todos tenía encantados. Allí fue donde Dios le guardaba una pequeña humillación, quizás merecida por confiar demasiado en su fuerza. Cuando se habían colocado sobre la mesa todos los instrumentos del estuche del doctor y el niño los vio, creyó se le atravesaría la cabeza y su valor le abandonó: hubo que recoger todo el instrumental y el operador se retiró con sus alumnos.
Eugenio volvió muy confundido a su cuarto, y por un impulso de fervor se arrodilló invocando a Nuestro Señor Jesucristo, a quien probablemente no había rezado antes. Contó se dirigió al Espíritu Santo con gran confianza y esa plegaria ferviente agradó al Señor, pues el niño se levantó con nuevo valor y entrando a la habitación del P. rector, le pidió llamar al doctor, pues estaba resuelto a sufrir la operación, por dolorosa que pudiera ser. El P. rector, admirado del cambio, hizo llamar al Sr. Pinchinati, quien se dispuso enseguida a iniciar la operación. Esta fue muy larga, dolorosa y hasta espantosa, por la cantidad de sangre de la vena que hubo que cortar para extraer el lobanillo, cortado varias veces, prolongando mucho la operación. La fuerza sobrenatural que Eugenio obtuvo del Espíritu Santo con la oración, se mostró no solo en la resolución de tener la operación, sino en el valor que tuvo todo el tiempo: no lanzó ningún grito ni queja. Su madre llegó esa misma tarde y quedó conmovida, como es de imaginar, por la atención de su hijo, al ahorrarle la pena de verle sufrir.
Diario del Exilio en Italia, EO XVI pág. 30
En su vida personal y en su ministerio, Eugenio mostraría esta gran confianza en la fortaleza sobrenatural de los dones del Espíritu Santo, para liberarlo. ¿Estoy consciente de que “donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17)?
“La fortaleza no proviene de ganar. Los problemas desarrollan tu fortaleza. Al atravesar adversidades y decidir no rendirte, ésa es la fuerza.” A. Schwarzenegger