Pielorz (The Spiritual Life, p. 110-111) describe los planes de matrimonio de Eugenio. Podemos quedar impactados al leer esto, pero necesitamos tener en mente que la cultura y las costumbres de hace doscientos años en Francia eran matrimonios arreglados.
Su familia, en especial su madre, estaba sopesando las posibilidades: “No me alejaría de la costumbre arraigada en este país de casar a los hijos cuando aún son muy jóvenes. La señora de Mazenod escribió a su esposo el 20 de septiembre de 1801. “No parece tener éxito.” La respuesta de la madre de Eugenio sobre su curiosidad a qué pensaría al respecto, el 28 de febrero de 1802 fue:
“En cuanto a la curiosidad que muestras por saber todos los detalles de la pareja que te mencioné, me concederás la libertad de decirte que éste no es el momento apropiado para responder. Debes comprender que en tales asuntos, y en general en cualquier tarea, hay siempre pros y contras… Además, serán dos o tres meses antes de que pueda decirte en definitiva si puede llevarse a cabo o no. Para entonces, solo será cuestión de tu consentimiento y el de la otra parte interesada.”
Al volver a Francia y cooperar con los planes de su madre, Eugenio se encontraba considerando seriamente el matrimonio. Por supuesto podría haber tenido un matrimonio por conveniencia con la señorita Jauffret, que aportaba un ingreso de 25,000 francos, de no ser que la Divina Providencia, que lo tenía destinado a ser el Fundador de los Oblatos de María Inmaculada no hubiera cambiado el curso de los sucesos.
Se encontraban trabajando seriamente en lograr esta unión, cuando una enfermedad debilitante llegó a la prevista novia y avanzó con tal rapidez que a pesar de algunos viajes cortos, sucumbió ante ella. Me encontré con su padre, su madre; hablamos largamente acerca del asunto. Mi tío me lo explicó a detalle, asegurándome que no debía angustiarme demasiado, pues había muchas cosas que no habría encontrado apropiadas. No había problema en cuanto a su personalidad, pero no era muy brillante y su aspecto no era tan atractivo.
Para complacer a su madre, Eugenio se preparaba a desposar a una joven que le habría permitido restaurar una vez más a la fortuna familiar a un nivel aceptable. De hecho, habría sido un matrimonio al estilo del Viejo Régimen, en el cual la dote debía ser lo suficientemente alta para compensar la falta de amor y las deficiencias en las cualidades personales de la prometida. Al final de esta carta, Eugenio añade con un tono de cinismo:
En una palabra, el asunto falló en materializarse. No pensemos más en ello. Pero preveo que nunca me casaré, pues las dotes en este país no son lo suficientemente grandes y que no puedo, ni debo cometer ese disparate con una mujer que no restableciera mis asuntos financieros.
Carta a su padre, Febrero 12, 1803, Méjanes, Aix.
“La mayor parte de estos matrimonios tribales eran sustentados en la base de lo que los antropólogos describen como el precio de la novia.” Louis Leakey, antropólogo en África Oriental