Eugenio consideró el rol de la Congregación de la Juventud en la vida de sus miembros como el de una madre. La Congregación existía para ayudar a los jóvenes a desarrollarse en su humanidad, para llegar a ser cristianos y para formarlos en el camino de la santidad. La Congregación quería ser una familia que uniera a sus miembros en los vínculos más estrechos posibles en sus vidas y para ser instrumento de salvación eterna para cada uno. (Cuando un poco después fundó los Oblatos, Eugenio esperaba que la Congregación Misionera fuera la misma madre que apoyara en todo).
Estoy asombrado de ver cómo, efectivamente, esta idea estaba en la mente de los jóvenes. Hay un momento en el Diario en el habla de la enfermedad y la muerte de uno de sus miembros. Es sólo un ejemplo para mostrar cuán profundamente este espíritu de preocupación había sido enraizado:
Este día será memorable en la Congregación. Es la primera vez que se ha visto a la muerte amenazar los días de un congregante. Y desgraciadamente es demasiado cierto que ella no va a soltar su presa. La enfermedad que aqueja a nuestro joven socio no deja ninguna esperanza. Está sentenciado y en pocos días nos será arrebatado. La caridad de la Congregación ha estado en esta triste circunstancia a la altura de sus deberes. Como madre tierna, no ha descuidado nada para ayudar con todo su poder al hijo querido a quien ella había formado en la piedad. El único consuelo que puede prometerse es el de esperar que sus cuidados no serán vanos para la salvación eterna del aquel a quien va a perder.
Se trata del Sr. Víctor José Antonio Chabot. Este muchacho de unos 13 años era postulante desde hace varios meses y se preparaba para hacer este año la primera comunión, cuando de golpe una enfermedad mortal e incurable vino a advertirle que estaban contados sus días y que tocaba al término de su vida. El Sr. Director se dispuso en seguida a prepararle para hacer muy pronto su primera comunión, que ¡ay! será también probablemente su última comunión. Como el joven ha mostrado excelentes disposiciones, se fijó este día para administrar al enfermo. El Sr. Director, con la autorización del Sr. Cura de la Magdalena, fue encargado de este ministerio.
Al salir de los ejercicios de la mañana de la Congregación, todos los dignatarios acompañados de los miembros recibidos y de algunos en probación a quienes se permitió unirse a los otros, se dirigieron a la sacristía de la parroquia. El Sr. Sacristán distribuyó los faroles a los socios de la sección de mayores, el Sr. Viceprefecto en ausencia del Prefecto tomó una de las varas del palio y el hermano del enfermo llevó la otra. Se encaminaron así con notable recogimiento a la casa del querido enfermo.
Antes de darle el santo Viático, el Sr. Director le admitió y recibió como miembro de la Congregación después que el enfermo renovó las promesas del bautismo. Por este medio tuvo la ventaja de ganar la indulgencia plenaria concedida por nuestro Santo Padre el Papa a quienes reciban el santo Viático tras haber seguido fielmente los ejercicios de la Congregación.
Varios días antes ya se había mandado a todos los congregantes hacer cada día una oración por el enfermo, y eso continuará mientras dure el peligro o hasta que el Señor quiera disponer de su vida. El Sr. Director dice cada día una oración por él en la Misa. No hay que omitir, para la edificación de los congregantes futuros que el enfermo recibió los sacramentos con devoción conmovedora; su resignación a la voluntad de Dios y su paciencia en los sufrimientos son inagotables; ha sido un honor de la Congregación, y será su primer intercesor en el cielo.
Diario de la Congregación de la Juventud, el 26 de febrero 1815, E.O. XVI
El gran corazón de san Eugenio es impresionante. Una entrega total en cada momento y con cada persona.