Leflon comenta que Eugenio “comenzó a buscar alguna forma de establecer su propio lugar para vivir. Su primera solución fue la que su madre tenía en mente: un matrimonio rentable que le permitiera vivir espléndidamente a través de una importante dote. En ello, se ajustaba solamente a las tradiciones de la antigua aristocracia, que trataban de dignificar el sentido esencialmente comercial de esta lamentable costumbre, que se apoyaba en el lenguaje gentil de la heráldica: se debe evitar mancillar el escudo de armas.
En esta etapa de su vida, nuestro joven héroe no tenía otro ideal que el de intercambiar su buena apariencia y nobleza por monedas de oro. Menos inhumano que Mme. de Grignon, no hablaba de “fertilizar” sus tierras; sin embargo, sus comentarios realistas asombrarían a cualquiera actualmente, que no reconociera la interdependencia de su mentalidad, ambiente y época. Se reducía a establecer una casa, a la que llamaba “transacción comercial,” e incluso lo anotó como un “trato.” Los señores de Mazenod tomaron la misma actitud, pues su propio matrimonio había sido arreglado de esa manera, y a pesar de su propia triste experiencia, se aferraban a este desastroso concepto. Para Eugenio, igual que para ellos, la fortuna familiar era lo primero… Por tanto, las cualidades morales estaban en segundo lugar, sin importar lo demás, mientras la riqueza tuviera la primera y mayor consideración. Sin mencionar el amor en ningún momento. (Leflon I, pág. 257)
Después de su descalabro, Eugenio se nota más y más disgustado respecto al matrimonio. Responde a su padre, quien le exhorta a ser un buen padre y esposo, con molestia respecto al último prospecto:
No es que no desee tener muchos pequeños, ma la moglie [ed. pero la esposa]! ¡Ah una esposa es algo terrible! Y luego el hecho de que desee que sea muy rica, richissima e buona [ed muy rica y buena]. Una combinación que es muy difícil de hallar.
Puedes ver entonces, mi querido papá, que tus deseos están en riesgo de permanecer aún a la espera por un largo tiempo. De hecho, si tus deseos pudieran crear dinero, lo preferiría; podríamos hacer lo que se nos antojara, con ese endemoniado dinero. No sé si es porque a diario me dicen que debemos desapegarnos de los bienes mundanos, pero es cierto que por en ocasiones tengo un excesivo deseo de tenerlo en gran cantidad. Y es el efecto en mí de los sermones de las damas. Podría hacer cosas tan hermosas teniendo dinero; nunca te haría falta nada, mis pobres parientes. Ma, perfida sorte, tanto favore non mi accordasti. [ed. Pero, traidora suerte, no me favoreces].
Carta a su padre, Mayo 10, 1804, Méjanes, Aix
Todos estos textos apuntan al poder de la experiencia de la conversión que esperaba al joven perdido, cuando al fin pudo enfocarse en el Origen de la felicidad verdadera y duradera.
“Quien opine que el dinero lo logra todo, puede ser sospechoso de hacer todo por dinero.” Benjamín Franklin