Veinticinco años de diferentes experiencias de vida y una persistente búsqueda, se unieron finalmente en un punto central. El inventor, Alexander Graham Bell, nos recuerda que “los rayos del sol no queman hasta que son enfocados a algo.” Todos los rayos dispersos en la vida de Eugenio se alinearon al mirar la cruz.
¿Puedo olvidar aquellas amargas lágrimas que la vista de la Cruz hizo brotar de mis ojos un Viernes Santo?
¿Podré expresar algún día lo que experimenté?
El solo recuerdo me llena el corazón de dulce satisfacción
Diario de Retiro, Diciembre 1814, O.W. XV núm.130
Nunca olvidaría el experimentar su comprensión del punto central de su vida. Sería el eje de toda acción en su vida. De ahí en adelante, Jesús era fundamentalmente su Salvador. De todas las expresiones que Eugenio utiliza para describir a Jesucristo, es la de Salvador a la que constantemente vuelve en todos sus escritos al expresar sus ideales.
De hecho, ve todo a través de los ojos del Salvador Crucificado. Este es su testamento para nosotros, expresado en nuestra Regla de Vida:
La cruz de Jesús ocupa el centro de nuestra misión. Como el Apóstol Pablo, predicamos «a Jesucristo, y éste crucificado» (1 Cor 2, 2). Si llevamos «en el cuerpo la muerte de Jesús», es con la esperanza «de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Cor 4, 10). A través de la mirada del Salvador crucificado vemos el mundo rescatado por su sangre, con el deseo de que los hombres en quienes continúa su pasión conozcan también la fuerza de su resurrección (cf. Fil 3, 10). CC&RR Constitución 4
Cada uno de los que conformamos la familia Mazenodiana ha experimentado la atracción y el llamado al carisma de Eugenio de Mazenod. Hemos traído nuestra espiritualidad e ideales propios, y a través de Eugenio hemos encontrado el punto central de todo ello en la cruz del Salvador. “Los rayos del sol no queman hasta que son enfocados a algo.” Como Eugenio, somos invitados a enfocar y arder con la luz del Salvador en forma individual y como comunidades misioneras.