El estilo utilizado por Eugenio para describir el punto culminante de su trayecto de conversión es reminiscente del corazón de la bien conocida experiencia de conversión de San Agustín, descrita en sus Confesiones. Eugenio la describe de esta forma:
¡Cuántas veces en mi vida pasada mi corazón desgarrado, atormentado, se lanzaba hacia su Dios de quien se había apartado!
….Pude entonces, como en alguna otra ocasión, percibir la diferencia. Jamás mi alma quedó más satisfecha, jamás sintió más felicidad;
Diario de Retiro, Diciembre 1814, O.W. XV núm.130
Para Eugenio el impulso hacia una conversión definitiva llegó a través de tomar conciencia de los ojos del Salvador puestos en él. Para Agustín fue a través de darse cuenta de que Jesús era el Camino, la Verdad y la Vida, invitándolo a una transformación radical.
“¡Oh eterna verdad y verdadera caridad, y amada eternidad! Tú eres mi Dios; por ti suspiro día y noche, y cuando por vez primera te conocí, tú me tomaste para que viese que existía lo que había de ver y que aún no estaba en condiciones de ver. Y reverberaste la debilidad de mi vista, dirigiendo tus rayos con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de horror. Y advertí que me hallaba lejos de ti en la región de la desemejanza, como si oyera tu voz en lo alto: “Manjar soy de grandes: crece y me comerás. Ni tú me mudarás en ti como el manjar de tu carne, sino tú te mudarás en mí”. Agustín, Confesiones
“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” 1 Juan 4:16
“Manjar soy de grandes: crece y me comerás. Ni tú me mudarás en ti como el manjar de tu carne, sino tú te mudarás en mí.” San Agustín