Invoco para eso la protección de la Santísima e Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, atreviéndome a recordarle, con toda humildad pero también con consuelo, la devoción filial de toda mi vida y el deseo que siempre he tenido de procurar que fuera conocida y amada y de propagar su culto en todas partes por el ministerio de aquellos que la Iglesia me ha dado como hijos y que se han asociado a mis planes
Testamento de Eugenio de Mazenod, el 1 de agosto 1854, E.O. XV n. 191
Los sentimientos de Eugenio están expresados por su sucesor, el P. Louis Lougen, hoy:
¡Feliz Fiesta! En esta solemnidad de nuestra patrona, nos reunimos como familia para expresar nuestro amor a María Inmaculada. Una de sus advocaciones que tenía un lugar especial en el corazón de San Eugenio era el de Madre de Misericordia. Qué oportuno que ahora que la Iglesia inaugura este «Año de la Misericordia” recordemos nuestro vínculo como oblatos con este título de María. Pedimos a San Eugenio que interceda por nosotros para que experimentemos el gozo de creer que el Padre de la Misericordia está presente entre nosotros, en el corazón del mundo, ofreciendo la gracia y la salvación ante una pobreza cada vez más cruel, ante cada vez más hermanos y hermanas abandonados y ante una necesidad del Evangelio cada vez mayor. Al celebrar la belleza y la maravilla de la Misericordia del Padre en la fiesta de la Inmaculada Concepción, renovamos nuestra fe en el Espíritu, siempre activo en nuestras vidas y en el mundo, manifestando el amor misericordioso de Dios generación tras generación.
En esta fiesta, Eugenio nos exhorta:
“Debemos renovarnos, sobre todo en la devoción a la santísima Virgen, para hacernos dignos de ser Oblatos de la Inmaculada María.
¡Pero si es un pasaporte al cielo!
… Alegrémonos de llevar su nombre y su librea.”
Carta a Henri Tempier, Diciembre 22, 1825, EO VI núm. 213