El fundador deseaba que los Oblatos utilizaran los mismos métodos que le resultaban útiles en su relación y el ministerio del Salvador. En la primera Regla que elaboró para nosotros, insistió:
La vida entera de los miembros de la Sociedad debe ser de recogimiento contínuo.
Para lograrlo, deben desear estar siempre conscientes de la presencia de Dios, a través de hacer cortas y frecuentes oraciones espontáneas y fervorosas.
Regla de 1818, Parte Dos, Capítulo Uno. §5 Sobre la oración y ejercicios de piedad
Cuarenta años después, seguía insistiendo en el mismo principio:
¿Qué más dice la Regla para recordar a los miembros del Instituto acerca de su obligación de luchar por una vida de perfección? “La vida entera de los miembros de nuestra Sociedad debe ser una de recogimiento contínuo. Para lograrlo, antes que nada, se esforzarán por caminar siempre en la presencia de Dios, llevándole con frecuencia a su mente, por medio de oraciones cortas pero fervientes y espontáneas…
Aplicándolo a un caso práctico:
… ¿Qué he de decir acerca del voto de castidad? Para ser fiel a esta preciosa virtud, no debemos considerar demasiado el observar fielmente todo lo que la Regla ordena para poder hacernos hombres de Dios, verdaderos religiosos; no olviden, repito, que “la vida entera de los miembros de nuestra Sociedad debe ser una de recogimiento contínuo. Para lograrlo, antes que nada, se esforzarán por caminar siempre en la presencia de Dios.”
Circular núm. 2 a todos los Oblatos, Febrero 2, 1857, EO XII páginas 209 – 222
Todos nosotros, miembros de la familia Mazenodiana, somos instados a aprender a ver a través de los ojos del Salvador Crucificado, luchando por “caminar siempre en la presencia de Dios”.
“El predicador que da vida es un hombre de Dios, cuyo corazón está siempre sediento de Dios, cuya alma siempre sigue a Dios, cuyo ojo sólo mira a Dios, y en quien el espíritu de Dios, la carne y el mundo han sido crucificados, siendo su ministerio como la generosa corriente de un río que genera vida.” Edward McKendree Bounds