Junto con el grupo de 22 mártires Oblatos españoles beatificados, encontramos a un laico. Cándido Castán San José, nacido en 1894, era casado, tenía dos hijos y vivía en Pozuelo de Alarcón, Madrid, donde se encontraba el escolasticado Oblato. Era empleado de los ferrocarriles, católico convencido y participaba socialmente como Presidente de la Confederación Nacional de Trabajadores Católicos. Participaba mucho en la vida de la iglesia en Pozuelo, y habría tenido contacto con los Oblatos y algunos de las devociones Eucarísticas públicas en su capilla. Si hija recuerda:
«En mi casa se vivía también un clima profundo de religiosidad. Mi padre rezaba el rosario todos los días y era devotísimo de la Santísima Virgen, enseñándonos que era nuestra Madre del Cielo. Hacía la visita al Santísimo por la tarde. Muchas veces yo le acompañaba, en otras ocasiones comentaba en casa que había ido a tal o cual iglesia.»
El 23 de julio de 1936 fue arrestado en su casa por los militares y llevado al escolasticado Oblato, donde fue detenido con la comunidad – y asesinado con el primer grupo de mártires Oblatos.
“Varias personas nos han preguntado por qué los Oblatos incluyeron a este padre de familia en la causa de sus mártires, puesto que no era religioso ni parte de su Instituto. La respuesta del Postulador es clara e inequívoca: la noche de su martirio fue encerrado en el convento de los Oblatos, le dispararon la misma noche con el grupo de religiosos, y sin lugar a dudas, por la misma razón: “in odium fidei” , por su claro testimonio de congruencia con la fe que profesaba y vivía. No incluirlo habría sido una injusticia imperdonable”. (http://martiresomimadrid.blogspot.com/2010/01/candido-castan-san-jose_13.html)
El Beato Cándido definitivamente no era asociado Oblato intencional, pero al compartir su oblación final y total con el primer grupo de mártires Oblatos españoles, su vida y muerte nos da una poderosa lección del espíritu de oblación. Para mí, es miembro de la Familia Mazenodiana, cuya vida y muerte habla en voz alta del ideal de Eugenio.
Esforzándose por reproducirle en la propia vida, se entregan obedientes al Padre, incluso hasta la muerte, y se ponen al servicio del pueblo de Dios con amor desinteresado. Su celo apostólico es sostenido por el don sin reserva de la propia oblación, oblación renovada sin cesar en las exigencias de su misión.
CC&RR, Constitución 2
