Formar “un corazón y un alma” es un concepto muy querido por el Fundador. Como la magnitud de la Congregación iba creciendo, él insistía cada vez más en esta unidad. Para Eugenio, su familia misionera era la familia más hermosa del mundo y quería que fuese la más unida. Es por esto que hoy encuentro el concepto de “Familia Mazenodiana” especialmente apto para describir todos aquellos, laicos y religiosos, que se sienten llamados a vivir el carisma y la espiritualidad de San Eugenio.
Ese “un corazón” y “un alma” fue formado por un equilibrio en el estilo de vida: una parte de la vida del misionero iba a ser gastada en la misión activa (la conversión de las almas) y la otra iba a ser gastada en la formación, oración y estudio individual para ser los mejores misioneros. De hecho, los misioneros estaban tan conmovidos por las necesidades de los pobres que dedicaban generosamente la mayoría de su tiempo a dirigir actividades de evangelización y no lo suficiente a estas últimas. La constante llamada de Eugenio era para un mejor equilibrio: SER para HACER.
La felicidad nos espera en esta santa Sociedad que sólo tendrá un corazón y una sola alma; parte del año será empleada en la conversión de las almas, otra en el retiro, el estudio, en nuestra santificación particular; no os digo más de momento, esto basta para daros un anticipo de las delicias espirituales, que gozaremos juntos…
… pero espero que ocurrirá con nosotros como con los discípulos de S. Felipe Neri, que libres, como seguiríamos siéndolo nosotros, morían antes de haber pensado que podían salir de una congregación que amaban como a su madre.
… Todo depende de estos comienzos; hace falta unanimidad perfecta en los sentimientos, idéntica buena voluntad, idéntico desinterés, idéntico sacrificio en una palabra..
Carta a Henri Tempier, el 9 de octubre 1815, E.O. VI n 4