Después de haber hablado del ruinoso estado de la iglesia, donde la lluvia caía igual dentro que fuera de ella, Eugenio alude a la triste historia de los usos de la primera iglesia de las Hermanas Carmelitas. Sería mejor usarla como lugar de culto – y, de todos modos, él la necesitaba como lugar de reunión y de oración para su pastoral juvenil en expansión.
¿No es mejor que el Oficio divino se celebre allí en lugar de que sirva de depósito para todos los saltimbanquis que pasean por aquí o de cuartel para soldados de todos los países?
Ocúpate de eso un poco. Yo he agotado mi paciencia. Si hubiese previsto el fastidio, la preocupación, las inquietudes, la disipación que me ocasiona este establecimiento, creo que no hubiera tenido bastante celo para emprenderlo. Pido diariamente a Dios me sostenga en mis depresiones de corazón, y me encomiendo a todos los santos misioneros, sobre cuyas huellas queremos andar. Ayúdame también y pide a Dios por tu mejor amigo
Carta a Forbin Janson, el 24 de octubre 1815, E.O. VI, n 5
Desde entonces (exceptuando los años de expulsión de los Oblatos a comienzos del 1900) la iglesia ha sido conocida como la Iglesia de la Misión, y ha sido un lugar de misión permanente en la muy frecuentada Cours Mirabeau.