EL MISIONERO: UNA VASIJA FRÁGIL

Los misioneros son personas frágiles y no todo en sus vidas es de color de rosa.

Los sujetos admitidos en la Sociedad no podrán ser expulsados más que a petición del superior por causa grave, con el voto de los demás Misioneros por mayoría de dos tercios.

Petición de Autorización Dirigida a los Señores Vicarios Generales de Aix, el 25 de enero 1816, E.O. XIII n.2

La expulsion de Auguste Icard, de veinticinco años de edad, puso en práctica esta prescripción solo unas pocas semanas después de haber sido escrita. Ya antes de que la Sociedad se uniera, Eugenio había escrito a Forbin Janson (el 19 de Diciembre de 1815): “Icard es demasiado impetuoso y se enfada con prontitud con los demás”. En el Registro de Admisión al Noviciado, Eugenio hizo la siguiente nota en la entrada de Icard: “razones de mayor importancia” le obligan “poco después a notificar a Icard que no podía considerarse por más tiempo miembro de nuestra Sociedad”.

En 1823, Emmanuel Maunier y Sébastien Deblieu también dejaron los Misioneros de Provenza para ser sacerdotes diocesano en otro lugar.

¡Tres de los cinco primeros compañeros de Eugenio no perseveraron! Verdaderamente, el misionero es una vasija frágil.

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