En Este importante documento del 25 de Enero de 1816 sobre el que hemos reflexionado, vemos las semillas de todas las áreas principales de crecimiento que Eugenio iba a cultivar hasta el último día de su vida, y que todavía contienen un rico fruto 150 años después de su muerte. Era en una actitud de generosa apertura a discernir la voluntad Dios como Eugenio guió a la naciente Sociedad de Misioneros paso a paso.
Jacques Jeancard, un estrecho colaborador de Eugenio durante su vida, escribió que cuando Eugenio nos fundó, él:
estaba lejos de conocer toda la extensión de su misión. No podemos pensar que el delineó un vasto plan a priori, completo en todas sus partes. Aquel plan, del cual él era el artífice, no era simplemente una concepción humana; estaba inspirado en él y, de algún modo, revelado a él progresivamente según las circunstancias abrían nuevos horizontes a su celo.
El Señor era quien le guiaba, permitiéndole ver solamente lo que había que hacer en la situación inmediata y recompensaba su ferviente amor por la Iglesia y su celo por las almas permitiéndole ver la distancia exacta a cubrir en cada nuevo avance hacia la terminación del trabajo que le había encargado.
De este modo, Eugenio avanzó bajo el impulso y la dirección de la Divina Providencia, a lo largo del sendero que le era desconocido, o prácticamente desconocido, en el principio, y por el cual iba a alcanzar, en última instancia su destino, destino querido desde lo Alto.
« Melanges historiques sur la Congrégation des Oblats de Marie Immaculée » (Tours, 1872), pp. 70-71.