Comenzando con algunas observaciones sobre cómo vestirá el futuro “Padre de Mazenod”, Eugenio toca dos temas que serán importantes para él en el futuro. El primero es su crítica de los sacerdotes que no viven según los principios de su llamada – de los cuales ofrece una expresión más completa en la Nota Bene de 1818. El segundo tema es su convicción de la necesidad de un pequeño grupo apostólico que responda a las necesidades de los sufrimientos de la Iglesia. Ambas ideas son fundamentales en la Regla que dio a los oblatos.
Le ruego no olvide mandarme los libros hebreos que le había pedido en una de mis cartas; los necesito más que las camisas. Mi ropa está en bastante buen estado. Eso me sorprende menos que mis sotanas, porque teniendo solo dos, una de invierno y otra de verano, no están todavía agujereadas aunque un poco raídas, Cierto es que había elegido una buena tela bastante basta. Gracias a Dios, no creo que se me pueda acusar de lujo ni de refinamiento en mi persona, y espero que no se dé nunca ese caso ya que estoy decidido a no cambiar nada en ese punto. Sotana común, ceñidor de lana, cabellos lisos, eso es y será siempre el hábito del abate de Mazenod.
No sé, a decir verdad, en qué piensan los hombres al querer adornar y mimar esta miserable carroña que debe ser pasto de los gusanos y que nunca está menos sometida que cuando se la cuida. Pero lo que es lamentable en los hombres en general, es monstruoso en un ministro de la Cruz.Un sacerdote sensual es para mí un monstruo deforme que debería ser señalado con el dedo; pero es demasiado cierto que si se quisiera señalarlos de este modo habría que tener con frecuencia, diez dedos.
Pidamos pues al Señor que otorgue a su Iglesia, no un gran número de sacerdotes, sino un pequeño número bien elegido. Doce apóstoles bastaron para convertir el mundo.
Carta a Madame de Mazenod, el 6 de enero 1810, E.O XIV n.66