En 1859, dos años antes de su muerte, Eugenio escribió una carta pastoral sobre la meta del misionero, a la cual tenia que adherirse constantemente a lo largo de su vida:
En efecto, porque la Iglesia forma un solo cuerpo, del cual Jesús es la Cabeza, aquellos que no reciben vida de esta Cabeza son miembros muertos; ellos no están unidos a este cuerpo con los vínculos del amor divino, por lo que la sangre de Cristo no circula por sus venas como debiera.
Mandement de Monseigneur l’Evêque de Marseille, à l’occasion du Saint Temps de Carême, 1859
Eugenio no comprendía a la Iglesia en primer lugar como una jerarquía o una estructura, sino principalmente como un cuerpo. En toda ocasión en la que habla sobre ser movidos por el sufrimiento de la Iglesia, es el sufrimiento de sus miembros el que le golpea.
De ahí que podamos decir que para Eugenio todo en la misión tiene como objetivo la conversión de la gente, de modo que se permita a la Sangre del Salvador, por la cual ellos han sido redimidos, correr por sus venas.