Para alcanzar las metas de la predicación misionera, Eugenio sentó un principio fundante: el mismo predicador ha de conocer al Salvador e imitarle. Así como la misión del mismo Eugenio fue una comunicación de su propia experiencia personal de Dios, así también él esperaba el mismo proceso vital de cada oblato fuera la base de su predicación misionera.
En una palabra, obrad de tal manera, que no solo hagáis mucho bien, sino también dejéis tras vosotros un verdadero olor de santidad. De lo contrario, se dirá de vosotros. que cumplís vuestra función. Es necesario absolutamente ser hombres de Dios, obrar únicamente por Dios, andar de continuo en su presencia, edificar de la mañana a la noche a todos aquellos que se relacionan con vosotros o que os rodean..
Carta a Jean Baptiste Mille, el 20 de enero 1837, E.O. IX n. 603