Hoy, a los miembros de la familia Mazenodiana se nos insta a que:
Como misioneros, alabamos al Señor según las variadas inspiraciones del Espíritu: llevamos ante Él la carga cotidiana de nuestra preocupación por aquellos a quienes somos enviados (cf. 2 Cor 11, 28). Nuestra vida entera es oración para que el Reino venga a nosotros y por nosotros
Constitution 32
Encontramos el origen de esto en los escritos de Eugenio, en los cuales era claramente el Salvador quien tenía que hablar a través de sus cooperadores y ellos tenían que ser conscientes de ello a cada momento y ponerlo en práctica.
La Regla de 1818 especificaba que desde el momento en que a los Oblatos se les asignaba una misión en particular, ellos debían rezar por la salvación de los habitantes de esa ciudad. El día anterior a su salida era un día de retiro, y el viaje a la ciudad debía ser hecho con un espíritu de recogimiento, conscientes de que estaban imitando a Jesús en sus viajes a Galilea. Cada día durante la misión tenían que rezar juntos en ciertos momentos.
Ellos harán todos los ejercicios de piedad en común.
Intentarán celebrar la Misa cada día. Si es totalmente imposible para todos ellos celebrarla diariamente, al menos uno de ellos tendrá el gozo de hacerlo y los otros recibirán la comunión en esta Misa…
Los misioneros se levantarán a las cuatro y tendrán sólo quince minutos para vestirse.
Harán una meditación en común de media hora…
Rezarán su oficio arrodillados ante el Santísimo Sacramento…
Inmediatamente después de la comida del mediodía, harán un examen particular de unos pocos minutos, al que le seguirán las letanías usadas durante la misión y el Ángelus.
Cuando sea imposible hacer la meditación de la mañana debido a las circunstancias o a la cantidad de gente, uno nunca será dispensado de hacerlo previamente al examen particular dejando antes el confesionario…
Regla de 1818 Parte 1, Capítulo 2, §2