La comunidad es una parte esencial de la misión Oblata. El grupo de misioneros que iba a un pueblo siempre formaba una comunidad que se regía por el mismo reglamento y el mismo espíritu de aquella comunidad permanente a la que pertenecían. Durante las semanas de misión, ellos mantenían una regularidad en su vida comunitaria rezando juntos, comiendo juntos, trabajando juntos y manteniendo una reunión de la comunidad semanal.
Las tardes de los sábados las pasaban juntos en comunidad para ser capaces de ayudarse los unos a los otros a centrarse más claramente en la calidad de su “ser” a fin de ser más efectivos en su “hacer” como cooperadores del Salvador. El Prefacio nos habla del objetivo de esta actividad:
Deben renovarse constantemente en el espíritu de su vocación.
Regla de 1818 Capítulo 1, §3.
Es un sentimiento que resuena también en las palabras de Mahatma Gandhi cuando dice, “Tú debes ser el cambio que deseas ver en el mundo.”
Cada sábado, los ejercicios de misión, excepto los de la mañana, serán cancelados. Ese día se dejará a un lado especialmente para la reunión de la comunidad, que tendrán lugar en las dependencias del superior. Todos los misioneros deben estar presentes, y nadie más puede ser admitido.
Esta reunión comenzará con la lectura de este reglamento, que cada superior tendrá en su posesión. Después, los misioneros se acusarán ellos mismos de sus faltas…
Tras habernos centrado en el crecimiento personal, nos centramos en aspectos prácticos de la propia misión:
El superior reformará cualquier abuso que se pueda haber sido introducido, corregir a los que merecen ser reprendidos y asignará las actividades para la siguiente semana. En este encuentro, tendrá la ocasión de consultar a los misioneros estos puntos que él juzgue oportuno presentarles. Por un acuerdo común, resolverán los asuntos de conciencia más difíciles sucedidos en la semana anterior. El superior tomará nota de todas las opiniones y sacará conclusiones prácticas.
Regla de 1818 Capítulo Dos