CON TAN BUENAS INTENCIONES, DIOS NO NOS ABANDONARÁ
Un mes después y tras intensa oración y consultas, Eugenio llegó a la tranquilizadora conclusión de dejar de preocuparse por la nominación del P. Guigues para ser el primer obispo de Bytown, y dejar todo en manos de Dios. Escribe al Obispo Bourget de Montreal, quien había sido el mentor episcopal y espiritual de los Oblatos desde su llegada a Canadá.
“Sabe de la confianza que tengo en la claridad de sus puntos de vista y en cómo siempre he contado con su bondad paternal para la Congregación que llamó a su diócesis y adoptó como su hija favorita. Por mi parte, ciertamente deseo solo la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas, que fue el doble propósito al fundar nuestra pequeña Congregación”.
Estando en Roma, el Obispo Bourget había pedido en la tumba de San Pedro sobre el tema:
“Ha considerado todo ante Dios, buscando su inspiración en la santa tumba sobre la cual deposité en 1825, el Código de la nueva familia que Dios me inspiraba dar a la Iglesia, lo que valió la milagrosa protección del Príncipe de los Apóstoles, que habló a través de su sucesor León, sorprendiendo a todos los que fueron testigos de ello.
Me abandono a usted sobre este punto tan delicado; lo que haga estará bien hecho. Con tan buenas intenciones, Dios no nos abandonará”.
Carta al Obispo Bourget de Montreal, Enero 20, 1847, EO I núm. 76
REFLEXIÓN
En este texto vemos cómo las palabras y ejemplo de San Francisco de Sales tuvo un papel importante en la vida y toma de decisiones de Eugenio. San Francisco escribió:
«Hay muchos que dicen al Señor, ‘me entrego a ti por completo, sin reserva alguna’, pero hay pocos que se entregan a la práctica de este abandono, que consiste en recibir con cierta indiferencia todo tipo de eventos, pues suceden de conformidad con la Divina Providencia, al igual que las aflicciones como consuelo, el menosprecio y los reproches como honor y gloria».
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