CONFÍEN EN LA BONDAD DE DIOS QUE NO NOS FALLARÁ NUNCA, CUANDO SEAMOS LO QUE DEBEMOS SER

Después de reprender al P. Allard por exagerar su crítica expresa, Eugenio le da un consejo paternal.

“¿Qué hacer entonces? Creer que se ha equivocado uno y poner todo el esfuerzo en sacar partido de la posición en la que Dios nos coloca, arrepintiéndose de haber expresado muy abiertamente la oposición a lo que la Divina Providencia prefiere. En lugar de murmurar, que cada quien se ocupe de cumplir sus deberes y confíe en la bondad de Dios que no nos fallará nunca, cuando seamos lo que debemos ser”.

Eugenio se refiere constantemente al espíritu de la oblación, de entregarnos a ser los instrumentos de Dios al hacer Su voluntad.

“Me gusta repetir que hay que conformarse con alegría, con gusto y el más completo abandono a la santa voluntad de Dios y cooperar con toda nuestra fuerza a cumplir los designios que solo pueden ser para la mayor gloria de Dios, de su santo Nombre y nuestro propio bien,  por ser sus hijos abnegados. No olvides esto y dilo con insistencia a todos nuestros Padres, y que en adelante cesen por completo todas las murmuraciones y las conversaciones contrarias a esos principios”.

Como padre de la Familia Oblata, Eugenio concluye (como hacía a menudo al escribir a sus hijos):

“Adiós mi querido P. Allard; recuerda que mis observaciones, aunque deban ser severas, no reducen  jamás el afecto que Dios me da para todos mis hijos y para ti en particular, a quien bendigo con todo mi corazón y abrazo tiernamente”.

Carta al P. Jean-Francois Allard en Canadá, Julio 8 y 9, 1847, EO I núm. 85

REFLEXIÓN

«La regla suprema en cuanto a la corrección fraterna es el amor: querer el bien de nuestros hermanos y hermanas”.  (Papa Francisco)

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