La algarabía por la llegada de las primeras locomotoras a Provence siguió al día siguiente de la bendición. Seiscientas personas fueron invitadas a viajar en el nuevo ferrocarril de Marsella a Arles y de vuelta, para una ceremonia similar.
El Obispo Eugenio no estaba contento al tener que participar, como vemos aquí:
“Prefería asistir pontificalmente a la misa mayor de la catedral en vez de ir a inaugurar la estación de Arles con los nuevos trenes. El viaje transcurrió rápidamente y con seguridad. En Arles tuvimos un soberbio desayuno y sobre todo, buenos calentadores, ya que nos moríamos de frío en esa atmósfera glacial; la nieve caía en grandes copos. La numerosa compañía estuvo de regreso a las cuatro y media”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Enero 9, 1848, EO XXI
Sin embargo, el periódico estaba entusiasmado:
«Dos horas y media para ir de Marsella a Arles, ¿no es acaso la señal de una revolución futura en nuestras costumbres, en la existencia de la población para quienes desaparecen las distancias, y cuyas relaciones se multiplicarán ad infinitum?”.
El periodista concluye:
“Este día, 9 de enero de 1848 y a pesar de la inclemencia del cielo, es uno de los más hermosos que Marsella alguna vez haya registrado en sus anales”.
REFLEXIÓN
La distancia de Marsella a Arles era de 85 kilómetros, así que las maravillosas locomotoras viajaban a 35 kilómetros por hora (cerca de 20 millas por hora) ¡Supuestamente el Obispo no viajó en la llamada «Lucifer»!
«Un trayecto de mil millas comienza con un solo paso». (Lao Tzu)