Un ex-Oblato, el P. Reinaud, trabajaba como sacerdote diocesano en Ceilán y una parte importante al sugerir al Obispo invitara a los Oblatos a la isla. Se trataba de alguien ambicioso y no aconsejó bien a los Oblatos a su llegada.
Eugenio advirtió al P. Semeria tener cuidado:
“Ten en cuenta el principio de siempre mantenerse prudentemente en reserva… Les hablo como humano. Tal vez no sea así, pero mi experiencia con los hombres me obliga a prevenirlos contra cualquier sorpresa y su bondad natural, para no dejarse engañar por las apariencias, creyendo a los hombres mejores de lo que son. Me gusta mucho la sencillez de la paloma, pero no quiero nunca separarla de la prudencia de la serpiente”.
El P. Renaud también había aconsejado a los Oblatos no presentarse como religiosos ni portar la Cruz Oblata en público. La reacción de Eugenio fue previsible.
“Hiciste muy bien al no seguir al pie de la letra el consejo que Reinaud les dio acerca de su santa profesión. No tienen que presumir de ella ni ostentarla sin razón, pero disimularla, nunca jamás. Por otra parte, sería como tapar el sol con un dedo”.
Carta al P. Etienne Semeria en Ceilán, Enero 25, 1848, EO IV (Ceylon) núm. 2