Eugenio envía felicitaciones por Navidad, celebrando la Encarnación de Jesucristo y regocijándose en su presencia:
“Es todo lo que puedo decirte en este santo día empleado totalmente en la Iglesia. Ayer oficié en las primeras vísperas, luego por la noche, y hoy mañana y tarde. Gracias a Dios, para mí nunca es demasiado largo. Solamente se puede abstraer de la tierra y ocuparse solo del cielo. Es mi tiempo de descanso.
Adiós, querido hijo, te deseo un buen fin de la fiesta y un feliz año”.
Carta al P. Hippolyte Courtès en Aix, Diciembre 25, 1848, núm. 993
En su diario personal escribe:
“Oficio pontifical en vísperas por el domingo, noche y todo el día de Navidad. Aun los años no me pesan demasiado como para privarme de este gran consuelo. Solo ahí tengo reposo, por eso el tiempo en la iglesia en estos días me parece siempre corto”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Diciembre 25, 1848, EO XXI
REFLEXIÓN
Siendo joven en sus veintes, Eugenio experimentó el amor salvador de Dios y se había comprometido:
«Qué ocupación más gloriosa que actuar en todo y por todo solo por Dios, amarlo por sobre todo lo demás». Algunos años después decidió: «A ti, y solo a ti se dirigirá todo mi afecto y todas mis acciones. Complacerte y actuar por tu gloria será mi ocupación diaria, la ocupación de cada instante de mi vida. Solo quiero vivir para eso, solo quiero amarte y a todo lo demás en ti y por ti… eres todo para mi, ocupas el lugar de todo, Dios mío, mi amor y mi todo.»
Cuarenta años después, a los 66, vemos que continuó viviendo según sus propósitos, encontrando su felicidad y descanso ante la presencia de Dios. ¡Qué ejemplo para que aprendamos a seguirlo!