MIEMBROS HONORARIOS DE LOS MISIONEROS OBLATOS (HOMI)

A lo largo de la historia misionera de los Oblatos, invariablemente encontramos en algún lugar a las Hermanas religiosas, brindando servicio misionero desinteresado según su carisma: catequistas, maestras de escuela, enfermeras y generosas cooperadoras en lo que fuera necesario para el éxito de las misiones.

Durante toda su vida, Eugenio reconoció con gratitud la importancia de las diferentes congregaciones de Hermanas. A continuación vemos un ejemplo de su reconocimiento al servicio de las Hermanas al ministerio de los Oblatos canadienses, pero en especial por el cuidado de quienes habían caído enfermos por la epidemia de tifo.  Les otorgó compartir por completo los beneficios espirituales de la Familia Oblata, a la que hoy nos referimos como “Oblatos Honorarios” (HOMI)

“Aunque las leyes de la caridad cristiana nos imponen pedir a Dios por todo el mundo, nos sentimos sin embargo aun más obligados a hacerlo por las personas a quienes debemos agradecer el servicio espiritual y temporal prestado a los miembros de nuestra Congregación. Por ello, mis Señoras, habiéndome enterado de la caridad y el celo incansable que han otorgado a los Oblatos de María Inmaculada establecidos en Canadá, deseamos darles un testimonio de nuestro agradecimiento. Confiando así en la misericordia divina y la poderosa intercesión de la Santísima e Inmaculada Virgen María, nuestra Patrona, con la autoridad que Dios nos ha otorgado y a pesar de nuestra indignidad, les concedemos por siempre la plena y total comunicación de todos los sacrificios, oraciones, penitencias y de todas las obras de piedad y de celo que por la gracia de Dios se hacen y se harán en el futuro en las diversas casas de nuestro Instituto, tanto en América como en las demás partes del mundo, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Pedimos a Nuestro Señor Jesucristo, quiera en el cielo ratificar esta promesa y compromiso, para que supliendo Él mismo nuestra indignidad con el tesoro inagotable de sus méritos, les colme, mis Señoras, con todas las gracias y bendiciones celestiales en esta vida, y les recompense luego con la corona de una gloriosa eternidad.

Dado en Marsella, bajo nuestra firma, el sello de nuestras armas y la firma del Secretario de la Congregación, el 24 de mayo de 1848.

+ C. J. Eugenio, Obispo de Marsella. S. G.”.

A las Hermanas hospitalarias de San José del Hospital de Montreal, EO I núm. 98

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