DIRÁS QUE COMEMOS NUESTRO TRIGO AÚN VERDE

El Obispo de Mazenod era una persona ocupada que cuidaba de la Congregación Oblata y la Diócesis de Marsella al mismo tiempo.  Entre sus múltiples ocupaciones trataba de escribir a los Oblatos.

“He aquí, mi querido Padre Semeria, todo lo que pude escribirte del 9 al 11 de mayo hasta ahora que vuelvo a tomar, no diré mi pluma que no he dejado desde entonces, sino esta hoja que te estaba destinada. En el intervalo he escrito a toda América del Norte”.

En Canadá las oportunidades misioneras se presentaban rápidamente, pues las necesidades se percibían más clara y fuertemente: miles de personas cuya fe requería un nuevo impulso o que nunca habían escuchado el Evangelio.  Eugenio deseaba dar respuesta, pero no contaba con personal suficiente para enviar.  Los jóvenes Oblatos que aun no terminaban sus estudios y formación estaban ansiosos por ir, prometiendo terminar en Canadá.

“Hoy mismo se embarcan a Canadá cuatro de nuestros Hermanos y un Converso. Solo hay un sacerdote entre ellos, un diácono a quien conferí esa orden al día siguiente de haberlo hecho subdiácono, y dos menores, que empezarán teología con el P. Allard, quien se encargará de enseñarles en Longueuil; el diácono sólo ha cursado un año. Dirás que comemos nuestro trigo aún verde; pero harán sus estudios tan bien en Longueuil como aquí, y se aclimatarán al país al mismo tiempo que aprenden las lenguas. Por otra parte, había que aprovechar un barco que salía directamente de Marsella a Boston, con la ventaja de ahorrarnos de cinco a seiscientos francos por cada uno”.  

Carta al P. Étienne Semeria en Jaffna, Mayo 9, 1848, EO IV núm. 3

REFLEXIÓN

El celo de Eugenio por la salvación de las almas le llevó a ser optimista en sus planes para esos jóvenes, y el deseo de que aprendieran el lenguaje y la cultura local.  El celo por evangelizar a menudo significaba que su promesa de terminar los estudios no fueran prioridad, y que con frecuencia no se cumpliera.  Más adelante Eugenio se dio cuenta de su error e insistía en terminar el proceso de formación antes de enviarlos a la misión.

En nuestra visión actual: «Partiendo de una visión de fe personal y coherente, los escolásticos serán capaces de presentar el Evangelio de forma que llegue y mueva los corazones de sus contemporáneos. Por encima de todo, asimilarán en la oración lo que estudian y vivirán lo que aprenden, para hacerse así testigos fidedignos del mensaje que van a predicar.» (CC&RR Regla 66 b)

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