ESOS BUENOS PADRES SON MIS HIJOS, TANTO MÁS QUERIDOS POR SU DEVOCIÓN TAN GENEROSA AL SERVICIO DE DIOS Y DEL PRÓJIMO

El 20 de noviembre llegaron a Nueva Orleans los cinco Oblatos, donde permanecieron por algunos días.  Toda la correspondencia entre los Oblatos en Texas y Eugenio se perdió, por lo que no tenemos detalles.

Un sacerdote, de quien desconocemos el nombre, había sido amable con los misioneros y Eugenio le escribió para agradecerle.

“Permítame señor, que le dirija mi agradecimiento al mismo tiempo que a las santas Religiosas que dirige en Nueva Orleans. En una misma carta envío mi agradecimiento que debo tanto a usted como a esas Damas, por la caridad que han mostrado con tanta bondad para quienes van a trabajar por la salvación de las almas en las regiones lejanas que habitan. El P. Telmon, Superior de esa pequeña comunidad, me ha informado de toda su ayuda y estoy verdaderamente conmovido. Le debo a usted y a esas Damas la misma gratitud, como si hubiera sido a mí mismo.

Esos buenos Padres son mis hijos, más queridos por su devoción tan generosa al servicio de Dios y del prójimo; en la distancia a la que se encuentran de mí, es un dulce consuelo para mi corazón sentirlos protegidos por un sacerdote como usted, y atendidos en sus enfermedades por unas Religiosas tan dignas de su santa vocación, toda caridad”.

Carta a Monseñor, Reverendo…, Mayo 10, 1850, EO I núm. 134

REFLEXIÓN

Sin importar lo problemáticos que fueran, los Oblatos seguían siendo hijos de un Padre amoroso, pues entregaban sus vidas “para trabajar por la salvación de las almas”.  Eso era lo importante para Eugenio a lo largo de toda su vida, y con toda seguridad intercede por nosotros ahora, como miembros de su Familia misionera.

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