“La cruz de Jesús ocupa el centro de nuestra misión. Como el Apóstol Pablo, predicamos «a Jesucristo, y éste crucificado» (1 Cor 2, 2). Si llevamos «en el cuerpo la muerte de Jesús», es con la esperanza «de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Cor 4, 10)”. (Constitución 4)
Quienes nos rodean pueden cansarse de nuestras hermosas palabras, deseando VER y experimentar el Misterio Pascual en y a través de nosotros. Si la Cruz de Jesucristo realmente tiene un lugar central en nuestras vidas, será visible en forma automática.
Con frecuencia tendemos a enfocarnos solo parcialmente en la cruz, olvidando que es la puerta hacia la resurrección y la plenitud de vida. “Llevar nuestra cruz” a diario es una invitación a reconocer el sufrimiento de Jesucristo en el propio, acompañándonos en todo lo que es oscuro y doloroso en nuestras vidas, al punto de gritar junto con Él, “¿Dios mío, por qué me has abandonado?”
Sin embargo, puesto que la cruz y la resurección son esenciales en nuestras vidas y misión, “… es con la esperanza «de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo»”. Solo a través de la Cruz nos convertimos en verdaderos peregrinos de la esperanza, testigos de la nueva vida y de la certeza de la promesa de nuestro Salvador: “… yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.