A TRAVÉS DE LA MIRADA DEL SALVADOR CRUCIFICADO VEMOS AL MUNDO COMO ÉL NOS VE  (Constitución 4)

“La cruz de Jesús ocupa el centro de nuestra misión. Como el Apóstol Pablo, predicamos «a Jesucristo, y éste crucificado» (1 Cor 2, 2). Si llevamos «en el cuerpo la muerte de Jesús», es con la esperanza «de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Cor 4, 10). A través de la mirada del Salvador crucificado vemos el mundo rescatado por su sangre, con el deseo de que los hombres en quienes continúa su pasión conozcan también la fuerza de su resurrección (cf. Fil 3, 10)”. (Constitución 4)

¿Han reflexionado alguna vez sobre lo que Jesucristo vio en las horas que estuvo en la cruz? ¿En cómo vio a la gente a su alrededor?

Eugenio lo supo cuando sus ojos encontraron a Jesús crucificado y su vida cambió.

¿Puedo olvidar aquellas amargas lágrimas que la vista de la Cruz hizo brotar de mis ojos un Viernes Santo?
¡Ay! salían del corazón y nada pudo detenerlas, eran demasiado abundantes para poder ocultarlas a quienes como yo, asistían a aquella emotiva ceremonia. Me encontraba en pecado mortal y era eso precisamente lo que ocasionaba mi dolor”.

Y luego, la mirada misericordiosa y sanadora del Salvador hizo que Eugenio exclamara:

“Jamás mi alma tuvo mayor satisfacción, jamás sintió más felicidad; y es que en medio de aquel torrente de lágrimas, a pesar de mi dolor, o más bien a través de mi dolor, mi alma se lanzaba hacia Dios, su único bien, cuya pérdida sentía vivamente”.

Diario de Retiro, Diciembre 1814, O.W. XV núm.13

Eugenio describe su experiencia a través de los ojos de su Salvador crucificado en otras palabras:

“Meditación del hijo pródigo. A nadie se puede aplicar mejor esa parábola que a mí.
… ¿Pensaba en volver a mi buen padre, cuya gran ternura había experimentado tantas veces? No, hizo falta que él mismo, llevando al máximo su gracia, viniera a llevarme, a arrancarme de mi despreocupación, o más bien viniera a sacarme del lodazal donde me había hundido y del que me era imposible salir por mí mismo. Difícilmente en ocasiones deseaba dejar mis harapos para estar revestido con el vestido nupcial”.

Notas de Retiro previo a su ordenación, Diciembre1811, O.W. XIV núm.95

A través de la mirada de su Salvador crucificado, Eugenio proclamó:

“Feliz, mil veces feliz de que ese Padre bondadoso, a pesar de mi indignidad, me haya otorgado la inmensa riqueza de su misericordia”.

Diario de Retiro, Diciembre 1814, EO XV núm.130

REFLEXIÓN

¿Qué sucede cuando los ojos del Salvador crucificado se encuentran con los míos…?

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