En tanto que orador dotado, Eugenio intenta durante su vida de compartir su técnica con sus Oblatos de forma que perfeccionan su predicación con el fin de sacar el mejor resultado posible. Más la prédica de los Oblatos era fuerte, mejor eran los resultados del ministerio. Hay muchos ejemplos en sus escritos como la protestación que Honorato ilustra:
El hombre que me ha traído tu carta me dice que cuando estás en el pulpito, te desesperas, es la palabra; pero ¿por qué dar esos gritos? Si es un defecto natural que te obliga a gritar siempre… nada tengo que decir y debo contentarme con lamentarlo, pero si puede hacer de modo distinto o que gritas creyendo lograr mejores resultados, estás en un grave error y muy culpable, porque no alcanzas el objetivo y te inutilizas; por consiguiente hay desorden. Ponte bien en la cabeza que se pierde la mitad de lo que se dice cuando gritas así, lo que es una lástima en una instrucción que deberla ser entendida por todos. No es así como hay que hacer, por el contrario, deben darse unas exclamaciones sólo raramente. Es el medio para que produzcan efecto..
Carta a Jean-Baptiste Honorat, el 24 de enero 1824, E.O. VI n. 126
Los predicadores no tenían más que un tempo limitado con su audiencia y por consecuencia tenía que utilizar este tiempo de la mejor manera.