Escribiendo a sus misioneros que estaban desalentados como resultado de la crítica de Brignoles, Eugenio reconstruye su coraje recordándoles del corazón de la misión:
Os recomiendo a todos retomar los sentimientos conforme a la dignidad de vuestro gran ministerio; no habéis sido enviados a Brignoles para pretender los aplausos ni del Sr. párroco, ni de los sacerdotes, ni de los burgueses de la ciudad. Habéis sido enviados para convertir a las almas por la virtud de la gracia de Jesucristo que nunca ha faltado, a menos que vosotros contaseis más con vuestros esfuerzos que con su poder.
Carta a Jean Magnan, el 8 de marzo 1844, E.O. X n. 836
Conocer bien cuál es nuestra misión nos protege del desánimo – creo que es eso lo que San Eugenio nos dice.