Adolphe Tavernier que conocía a Eugenio por todas partes de su vida, escribió sobre el predicador dotado que se conoció que Eugenio era:
Ante asambleas numerosas, en las iglesias de las grandes ciudades, en París, Marsella, Aix y otros lugares, en las villas y en los pueriles, en las misiones, ante masas inmensas de gente, en las solemnidades… siempre su espíritu, su voz y su corazón encontraron el lenguaje, el tono, la mesura, el acento que convenía. Siempre supo convencer, conmover, arrancar lágrimas, enternecer y hacer latir los corazones.
Siempre supo hacerse oír de los sabios, los grandes, los pequeños, los ignorantes, los niños que permanecían inmóviles, silenciosos y encantados .
«Su palabra era querida , buscada ,aplaudida y ha quedado ,entre nuestros improvisadores de Provenza, como el prototipo más elevado, más completo, más puro que jamás haya aparecido en nuestros púlpitos cristianos… Hombres que posteriormente fueron ilustres, y que no son sospechosos de parcialidad con él, los Srs. Thiers y Mignet… después que lo escucharon, no dudaron en reconocerlo como un gran orador.”
A. Tavernier, Quelques souvenirs sur Monseigneur Charles-Eugene de Mazenod
(Aix, 1872), p. 21 – 22, 86.