LAS MISIONES POPULARES: APRENDIENDO DE MARÍA A SER DISCÍPULOS.

Para una población habituada a un trabajo físico duro, era esencial que la misión estuviera provista de algo más que sólo sermones para escuchar – la gente tenía que verse involucrada con sus sentidos y sus acciones. Uno de los medios para llevar esto a cabo eran las procesiones. Acompañadas por un sermón que les da su sentido, las procesiones llegaron a ser momentos de aprendizaje y consolidación del mensaje transmitido en la misión. Como los misioneros caminaban en la procesión con el resto de la gente, experimentaban la solidaridad en el camino de sus vidas. Los himnos cantados, las oraciones recitadas y la imagen que guiaba la procesión vinieron a ser momentos de enseñanza y oportunidades para la reflexión. Una de las procesiones siempre estaba centrada en María. Eugenio escribió,

La consagración a la Santísima Virgen se hace a la vuelta de la procesión que se realiza en honor de la Madre de Dios; es siempre de pleno rigor. Se hace desde el púlpito, ante la imagen de la Santísima Virgen colocada sobre un trono, tan bello como lo permita la región

Carta a Eugene Guigues, el 5 de noviembre 1837, E.O. IX n. 652

La procesión era el modo de llevar a la gente a realizar un acto de compromiso personal y comunitario para seguir el Evangelio de María, ejemplo de discipulado para el cristiano, y de tener a María por intercesora y guía.

El rezo del Rosario, su enseñanza y la propagación de su uso como una oración meditada del Evangelio también formaba parte del programa de las misiones.

 

Esta entrada ha sido publicada en cartas y etiquetada como , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *