Con predilección por aquellos a quienes las estructuras de la Iglesia no llegaban a alcanzar, los misioneros se acercaron a varios grupos que necesitaban una atención especial o un mensaje particular.
Un grupo de personas que se ajustaba a la perfección a la categoría de los « más abandonados » eran los prisioneros. Leemos sobre el ministerio de los misioneros con los prisioneros como cooperadores Cristo Salvador en las misiones de Aix y de Nimes (O.W. VI, n. 186). Teniendo en cuenta el particular empeño del Fundador por los prisioneros en su propio ministerio, un puede justificarse al asumir que los misioneros lo llevaron a cabo en muchas misiones. Mariusz Suzanne describe este ministerio durante la misión de Aix :
No han temido bajar a los calabozos oscuros, para consolar a unos desdichados a los que la justicia inflexible de los hombres castiga con una rigurosa pero indispensable severidad, y a quienes las alegrías santas de la religión de Jesucristo son casi desconocidas. Los éxitos más consoladores han coronado sus penosos trabajos: el día siguiente de la Ascensión, cuarenta de ellos han tenido la dicha de acercarse a la Mesa del Señor, varios incluso por primera vez. Un etíope ha recibido el bautismo, y un calvinista, después de haber abjurado de los errores de su secta, ha recibido la misma gracia. No sé lo que era, pero estaba interiormente satisfecho de ver a nuestro divino Salvador, apresurarse a aliviar las dolorosas penas de estos infortunados, venir de alguna manera a asociarse a sus miserias, y dar a su alma desolada, los dulces consuelos de un amor tierno y compasivo.
¡Pero lo estuve mucho más todavía la tarde del mismo día, cuando vi a estos desventurados acercarse, con respeto, al Altar sagrado y lavar una mano temblorosa, para jurar a Dios una fidelidad inviolable, ante una numerosa asamblea! Un pobre presidiario que arrastraba, con dificultad, una cadena pesada, excitaba sobre todo mi compasión. Su rostro abatido, los harapos de que estaba cubierto, las lágrimas que vertía en abundancia, los males que tenía que sufrir, el contraste sorprendente que me presentaba la religión, que toca el corazón y que perdona, con la ley que castiga y que hacer sufrir…
M. SUZANNE, «Quelques lettres sur la mission d’Aix», p. 41-43