Todo en la misión tenía el objetivo de llevar a los habitantes de los pueblos a vivir su relación con Cristo el Salvador. Predicaciones, procesiones, visitas a las casas y todas las demás actividades buscaban conducir a la gente a este encuentro, de un modo particular a través de los sacramentos de la confesión y de la comunión. La Regla era inequívoca en cuanto a la centralidad de la confesión:
Para la confesión, se llegará a la convicción de esta verdad: que es en el sagrado tribunal donde se perfecciona lo que solo se ha esbozado por los discursos. Si la gracia ha tocado a un alma por la fuerza de la palabra de Dios, ordinariamente es en el tribunal de la penitencia donde la modela y justifica.
Se predica solamente para llevar a los pecadores hasta el borde de la piscina…
Sin duda ninguna, pues, en caso de alternativa, hay que preferir el ministerio de la confesión al de la palabra mismo, ya que se lo puede suplir en el tribunal de la penitencia, a falta de instrucción, y que el ministerio de la palabra no puede suplir al sacramento de la penitencia, instituido por Jesucristo para reconciliar al hombre con Dios.
Regla de 1818 Capítulo tercero, §2