Veintiocho años después de su ordenación sacerdotal, Eugenio reflexiona sobre el momento y el espíritu con el que comenzó a vivir su vocación sacerdotal. Él siempre lo lee a la luz de su experiencia de conversión cuando fue consciente del amor que Dios le tenía. Como consecuencia, su principal ocupación era “amarle” y su “principal preocupación hacer que le amen”.
Mis primeros años en la carrera que Dios me había hecho la gracia, desde la infancia, de inspirarme que abrazara, fueron dirigidos por este sentimiento predominante en mi alma. Rehusé al venerable prelado que me consagró sacerdote [Mons. Demandolx] quedarme con él en calidad de vicario general y de amigo, estas expresiones usaba él cuando se dignó hacerme la propuesta.
El santo día de Navidad de 1811, día memorable para mí por ser el día en que me fue dado ofrecer por vez primera el santo sacrificio de nuestros altares, rehusé asentir a una señal tan conmovedora de su bondad por no apartarme de la vocación que me llamaba a dedicar-me al servicio y a la felicidad de mi prójimo al que amaba con el amor de Jesucristo por los hombres.
Diario del 31 de marzo 1839, E.O. XX