El padre de Eugenio se había puesto muy enfermo en diciembre de 1815, en Palermo. El acontecimiento provocó un fuerte impacto en él, llevándole a reexaminar la calidad y el sentido de su vida, y a experimentar una conversión continua.
No hay que temer parecer lo que uno ha llegado a ser por la gracia de Dios. Ningún miramiento con las máximas del mundo que son casi siempre opuestas a las de J.C. La complacencia en este punto nos hace cometer con frecuencia faltas muy graves
Carta a su padre, C.A. de Mazenod, el 7 Julio de 1816, O.W. XV n. 137
El 27 de Febrero de 1816, el Presidente de Mazenod describe su conversión:
No quiero finalizar sin hablar contigo sobre el tema más esencial, el de la conciencia. ¡Puedes creer que, a pesar de mi edad y de todos los favores que he recibido del cielo en todo el curso de mi vida, estoy todavía revolcándome como un asqueroso cerdo en el fango del pecado! Nadie ha estado más persuadido que yo en las verdades de nuestra santa religión, y nunca nadie las ha puesta tan mal en práctica. Finalmente, Dios ha tenido piedad de mí y me ha dado la gracia de sacarme del imperio del demonio y espero mantenerme en mis buenos propósitos. Te ruego que cada día, en el santo sacrificio de la misa, pidas para que mi compunción se realmente un dolor sincero por haberle ofendido y para que persevere hasta el final…
Reproducido por Yvon Beaudoin en O.W. XV n.137