Eugenio continúa escribiéndole a su padre para aconsejarle cómo mantener el ímpetu de su experiencia de conversión. Mucho de lo que Eugenio dice, refleja, en realidad, sus propias prácticas espirituales. Esto nos invita a preguntarnos a nosotros mismos qué hacemos para mantener el ímpetu de nuestra relación con Dios y con los demás por medio de una conversión constante del corazón, del espíritu y de nuestras acciones.
(Para proteger la confidencialidad, Eugenio escribe sobre su padre en tercera persona “dile a la persona de la que me hablaste”):
Encomiende bien a la persona de la que me habló, a quien Dios ha hecho la gracia de conocerse a tiempo para emplear el resto de sus días expiando sus faltas; que no deje pasar un solo día sin sondear el abismo del que la sacó la bondad de Dios como por milagro,
que se ponga un reglamento que le obligue a ocuparse mucho de su salvación.
Que medite cada día en algunas grandes verdades,
que dirija bien su intención en sus acciones habituales, incluso en las más comunes;
que ofrezca sus numerosas penas, sus sufrimientos y sus aflicciones en unión con los méritos del Salvador para expiar sus pecados;
que no se deje abatir a la vista de lo poco que le queda por dar a Dios, en comparación de lo que ha dado al demonio. Este pensamiento debe llevarla a hacer cuanto de ella dependa para reparar sus faltas, pero no debe desalentarla.
Si el enemigo la atacara por ese lado, que recuerde la consoladora parábola del obrero que recibió su recompensa aunque fue a trabajar a la viña del señor solo a la hora undécima.
Que rece varias veces al día, que lea aunque solo sea por media hora algún libro bueno y alternativamente la vida de algún santo; nada es más beneficioso.
Que se examine por la noche sobre el empleo del día y que se reproche su infidelidad si ha pasado más de un cuarto de hora sin elevar su alma a Dios con alguna breve aspiración.
Pero, sobre todo, conjúrela, en mi nombre, a que se confiese con frecuencia, con mucha frecuencia.
Carta a su padre, C.A. de Mazenod, el 7 de julio de 1816, O.W. XV n 137