El receso resultó ser un importante momento de reflexión y definición para Eugenio. Por casi un año se había ocupado constantemente de cada detalle del nacimiento de los Misioneros de Provenza y ahora se veía forzado a detenerse y pasar varias semanas en descanso y reflexión. También aprovechó la oportunidad de realizar un retiro personal, que analizaremos en los próximos días, y ver cómo fue la ocasión de algunas reflexiones importantes.
La divina Providencia, conociendo mis necesidades espirituales, ha permitido que un leve exceso de cansancio corporal haya alterado mi salud y que la caridad de mis hermanos se haya alarmado indebidamente y haya exigido que viniera a esta soledad a tomar un poco de descanso.
El médico ha creído así atender a mi salud, y Dios, en su bondad y en su misericordia, me preparaba un medio de salvación. Voy a tratar de aprovecharlo para examinar seriamente mi interior, ya que mis ocupaciones obligadas me impiden, en realidad no me dejan tiempo, cuando estoy en la ciudad o en misión, para pensar en mí. Y ¿qué sucede? Que cada día me vuelvo más miserable y que, como nunca he tenido muchas virtudes, no me quedan más que unos harapos.
Este pensamiento es doloroso, pues, como estoy destinado a ocuparme constantemente de la salvación del prójimo, mi situación me pone de continuo en relación con todo el mundo, y si no tengo el talento, o mejor dicho si Dios no me da la gracia de crecer en virtudes en medio de ese torbellino de asuntos y de santificarme al vuelo, soy digno de lástima y mis asuntos van realmente mal.
Notas de retiro, julio-agosto 1816, E.O. XV n 139