NO DEBO QUEDARME CORTO EN EL BIENESTAR DE ESTE INSTRUMENTO QUE ES INDISPENSABLE PARA UN MISIONERO

He estado jugando hasta ahora a echar a perder mi estómago; y lo había logrado bastante bien. Creía que el ayuno habitual, mientras trabajaba como lo hago, no me haría daño; me he equivocado. Y luego, esas comidas hechas en un abrir y cerrar de ojos, todo eso no sirve de nada. Hay que dar su tiempo a cada cosa. Esa manera de obrar es un verdadero desorden.
Si duermo y como, estoy convencido de que mi pecho no seguirá sufriendo. No hay cosa que no deba hacer para cuidar este mueble indispensable para un misionero.
Basta sobre este punto ya demasiado largo, pero hay que prestarle atención

Notas de retiro, julio-agosto 1816, E.O. XV n 139

En ocasiones Eugenio olvidaba su propósito, como nos comenta Yvon Beaudoin:

Exhausto debido a los sermones y confesiones, que en ocasiones duraban veinticuatro horas en iglesias heladas, el Padre de Mazenod comentaba haber descansado mejor al dormir sobre los tablones de su cama; al instalarse en algún lugar nuevo, lo primero que se apresuraba a hacer de forma inmediata era retirar el colchón y la almohada.
A pesar del frío y todas sus protestas, Fortuné no podía persuadirlo de llevar ropa cálida. “Se rehusaba en forma obstinada a que se pusiera un chaleco nuevo en su maleta de viaje en lugar del que llevaba, que estaba tan desgastado y en tan malas condiciones que no se podría dar ni a un pordiosero. Es terriblemente obstinado respecto a ciertas cosas y lo más exasperante es que no habrá nadie que lo haga cambiar. En consecuencia y para no estar enfadado inútilmente, he decidido ya no contrariarlo en nada y ahora sencillamente le encomiendo a Dios.”
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