Al revisar la trayectoria de su recorrido espiritual, Eugenio toma conciencia de una importante área de crecimiento que ha tenido lugar en su vida. Mientras que en los retiros anteriores se había concentrado en los pecados y una casi mórbida preocupación por sus debilidades y faltas, ahora tenía un enfoque diferente. Consciente de que sus errores y pecados aún existen, puede ahora decir “no me molesta todo ello”, pues comprende por completo que el amor de Dios es lo que lo mantiene en movimiento.
Observo, primero, que, en medio de mi extrema pobreza, porque me veo como realmente soy, es decir, absolutamente desprovisto de virtudes, y sólo dotado del deseo y la voluntad de adquirirlas, observo, no sin sorpresa, que no por ello me siento turbado. Tengo gran confianza en la bondad de Dios: Tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo, (Sal 4) y espero con cierta seguridad que él me dará la gracia de progresar, pues es cierto que no valgo gran cosa. Y el examen, del que dejaré algunos trazos por escrito para mi instrucción, me convencerá de ello cada vez que eche una ojeada sobre ese papel. .
Notas de retiro, julio-agosto 1816, E.O. XV n 139